Críticos sin estrés

Hay algo que me llama la atención, algo que siempre me ha mantenido en una postura defensiva cuando hablo de política o de economía con la gente. Y es que quizás me consideran un poco idealista (a mis años!!) y pretenden que me meta hasta las rodillas en un charco de lodo y de quejas pasivas como las que llevan a cabo la mayor parte de los "revolucionarios" que conozco.





Yo soy gallega. Bueno, nací en el centro de un sol enfermizo castellano, pero llevo demasiados años aquí como para no sentirme gallega. Y cada 2 x 3 me encuentro a gente que se hace llamar "revolucionarios del BNG" (Bloque nacionalista gallego". Un grupo de políticos en pro de la lengua gallega, de la defensa de sus costumbres, del ecologismo a puño cerrado y de la reivindicación para que los símbolos fascistas salgan escopetados "da nosa terra". Sin embargo, no me puedo dejar de quedar asombrada cuando me doy cuenta de que NADIE HACE NADA para remediar las cosas de las que se quejan.



Por ejemplo, permitir una ría que no quiero nombrar (la de Pontevedra) llena de peste y de suciedad. Calles sucias, plantaciones de eucaliptos y de acacias que se comen la fauna gallega, destrucción de las aldeas y las casas típicas gallegas y ver cómo Galicia tiene que recibir dinero de las comunidades autónomas más poderosas de España para poder pagar las pensiones, cómo pierde turismo porque ni siquiera venden una imagen positiva y cómo los que de verdad deberían estar haciendo algo por su tierra, se limitan a quedarse sentados a gritos defendiendo el gallego-portugués (menuda chorrada!!!!) y la enseñanza en una sola lengua dentro de los institutos, mientras cosas peores ocurren dentro de sus propias localidades.





Pero como siempre he dicho, es muy fácil quejarse y muy difícil mancharse las manos de nuestro "chapapote". ¡¡Y qué rápido ha sido siempre eso de quejarse de los políticos! Pues para mí, los más retrógrados de todos, queridos defensores de la píldora libre en las farmacias para que niñas de 16 años se quemen las entrañas por su propia irresponsabilidad, es esa mentalidad de anciano parapléjico que afirma que nada se puede hacer. Y se limita a recordar un tiempo pasado, que siempre parece mejor.

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