Cuando todavía eres joven

La belleza perece en vida, pero es inmortal en el arte
Leonardo da Vinci


Sí, lo admito. Las mandarinas como yo tenemos siempre ideas salidas de la cabeza sobre tatuarse alguna hoja que otra, o, en mi caso, cosas descabelladas como cubrir del codo al hombro mi cuerpo de peces y algas.

Pero no lo hacemos porque luego seríamos incomibles, porque "con nuestros vestidos de novias quedaremos ridículas", porque cuando engordemos se deformarán. Porque duele, porque cuestan mucho dinero.

Pero no podemos dejar de flipar cuando vamos a cualquier parte y nos encontramos a esa chica desenvuelta con los tatuajes a plena vista, o a esos chicos que son majísimos y de golpe se quitan la chaqueta y ves sus brazos decorados por todas partes.

Y, al menos yo, no dejo de decirme: ¡que guay!

Y así de bien lo han enfocado los de los planes de pensiones:

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