El puente de Alcántara (Volumen 1)

Autor: Frank Baer
Páginas: 511
Valoración: Es way!


Se trata de un viaje, el viaje de tres personas en un principio absolutamente diferentes y que después verán sus caminos cruzados en Barbastro: os presento a Yunnus, el judío hakim (médico) de Sevilla, a Ibn Ammar, poeta árabe y escriba de varios príncipes moros con mala suerte; y, por último, a Lope, un muchacho que pasa a ser el mozo de un hombre llamado "El Capitán", puramente castellano, que tiene que huír de su señor para salvar el pellejo.

No se trata de un libro de suspense y emoción, sino una constante aventura a tres voces en una España compartida por judíos, árabes y españoles (Siglo XI). Un verdadero recorrido por cada una de sus vidas y por sus costumbres y sentimientos, tanto que acabas amando al hakim como a un padre, a Lope como a un hermano y a Abú Bakr Muhammad ibn Ammar como a un amigo muy preciado.

Pero como no quiero contaros mi vida ni mis experiencias al llevarme el primer volúmen de este libro, prefiero copiaros una parte del principio de la historia del capitán, que es, sin duda, la que a mí más me gustó

LOPE:

- Capitán ¿me escucháis? ¿Por qué no estábais allí? ¿Por qué capitán? ¿Por qué?

El hombre a quien el joven llamaba capitán yacía boca abajo. Le habíana tado las manos a la espalda, apretando tanto las tiras de cuero que ni siquiera podía mover los dedos. En todo caso, no sentía si se movían o no. El herrero había ajustado unos grilletes a sus tobillos, remachándolos bajo la vigilancia del castellán. La cadena que unía ambos grilletes colgaba de un garfio de la pared, tan alto que las rodillas del capitán quedaban a un,palmo del suelo. Él se había arrastrado hacia atrás, hacia la pared, hasta que pudo apoyar las rodillas, de modo que, por lo menos, los grilletes ya no le cortaban los tobillos. [...]

- Escucha muchacho - dijo en voz baja a la oscuridad - Te diré dónde estaba. Pero guárdatelo para ti ¿está claro?
Del lugar donde se encontraba el joven se oyeron salir susurros de paja y rechinar de cadenas. El capitán bajó la voz, haciendo de ella un murmullo apenas audible.
- Estaba en el pueblo; con una mujer, ya sabes.
Hizo una pausa, dando tiempo para que el joven digiriera la noticia.
- En tiendo - dijo el muchacho seriamente - Entonces no habíes oído grita ral viejo Aznar.
- Exacto. No me enteré hasta que empezaron a sonar las camapas. Y para entonces ya era demasiado tarde.
El capian esperó durante unos molestos instantes a que el joven le hiciera mñás perguntas. Pero no llegó nunguna más. Claro que había oído gritar al viejo Aznar. Cómo no iba a haberlo oído, si el viejo había gritado como un cerdo ante su verdugo. En algún momento, esos alaridos bestiales se habían abierto paso en su profundo sueño, el capitán había despertado y había creído realmente que estaban degollando al cerdo para la gran comilona de la cena.


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