Los libros arden mal

- Oye, ¿a ti te gusta Manuel Rivas?

- Pse... -.-

- ¿Y a ti?

- Es que... no lo acabo de coger bien!


Es lo que me dice todo el mundo cuando le pregunto por él, y la verdad es que no me extraña. Aficcionada como soy a leer a todas las horas, el que un libro con buen argumento no me diga nada... no sé, ha sido un revés para mí. No me gusta dejar libros a medias, y menos libros a los que no les he cogido un odio tal y tan poderoso como para estrellarlos contra una pared... pero qué quieres que te diga, la verdad es que es una novela con la que no le coges cariño a ningún personaje. No te metes dentro de ella, no acabas con la nariz pegada al papel y la taquicardia de saber si vivirán o morirán!


Y, lo que peor me parece del autor /Manuel Rivas/, es que aún encima de presentarte los personajes, así, de la nada más absoluta como si conocieras toda su vida, los hace desaparecer de la misma forma. Es decir, de golpe, sin más, dejs de hablarte de uno a los que ya empezabas a reconocer en ese desbarajuste de nombres y punto! Ni vivo ni muerto, sino todo lo contrario!

Pero bueno, mientras lo leía seleccioné un párrafo para vosotros, uno de los que más me gustaron a pesar del descontento general del libro. La verdad es que, como dicen mis amigos, en el mundo literario hay un antes y un después de leer a George R. Martin, y cada vez lo noto más!

Entre ansias de oro, llegó el elba. Dibujaba testigos en el horizonte. Hombres en moto y bicicleta, mujeres con peso que cargaban la primera luz del día. Toda la cima del monte agujereada entre los peñascos del Ara Solis. La consigna era matar de noche. Estamos fuera de hora, comentó uno de la brigada de los paseadores, y no se supo mnuy bien si lo dijo por lo de cavar o por lo de matar. El caso es que les mandaron subir a la camioneta y así fue como Polca entró en la cárcel. Después de cavar su fosa, primero en línea recta y luego al bies.